17 marzo 2011

Alicia en el espejo (Lewis Carroll)

Y corrían a tal velocidad, que finalmente fue como si volaran por el aire, sin tocar el suelo con los pies; 
hasta que, de repente, cuando ya Alicia se estaba quedando completamente exhausta, se detuvieron, 
y se encontró con que estaba sentada en el suelo, mareada y sin aliento.

La Reina la apoyó contra un árbol, y le dijo con amabilidad: 

- Puedes descansar un poco, ahora

Alicia miró en torno suyo, muy sorprendida. 

¡Vaya, para mí que todo el tiempo he estado debajo de este árbol! ¡Todo es igual que antes!

-¡Naturalmente! Dijo la Reina--. Pues ¿cómo querías que fuera?

-Bueno, en nuestro país –dijo Alicia jadeando todavía un poco-, habríamos llegado a algún sitio… 

si hubiésemos estado corriendo deprisísima tanto tiempo, como hemos corrido aquí.

-Pues sí que es lento ese país! –dijo la Reina--. Aquí, como ves, necesitas correr con todas tus fuerzas 

para permanecer en el mismo sitio. Si quieres ir a otra parte, tienes que correr lo menos el doble de deprisa.

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